miércoles, 25 de junio de 2014

EL AMOR DE MI VIDA


Nos enseñan desde pequeñitos que el amor llegará un día montado en un corcel, que es un príncipe, generalmente azul, lleno de hermosas cualidades y que cuando se presente no conocerás la tristeza porque de ahí en adelante todo será felicidad… ¿Mentira? Depende. Creo que todo es verdad, excepto en que quizá buscamos a ese príncipe en el lugar equivocado.
Deambulamos por la vida sintiéndonos infelices e incompletos. Esperamos que venga otro ser a completarnos y a darnos la tan ansiada felicidad y cuando creemos haberlo encontrado por fin, a poco andar nos sentimos decepcionados porque en realidad no era lo que anhelábamos. Seguimos buscando y a muchos se les va la vida en esa búsqueda y jamás encuentran ese gran amor. Y los que al fin lo encontramos, nos recriminamos por no haber sido capaces de verlo si estaba ahí… justo en la punta de nuestra nariz y no fuimos capaces de olerlo ni verlo.

APARTARSE


A veces, para protegernos, nos cerramos a una persona con la cual tenemos una relación. Nuestro cuerpo podrá estar presente, pero nosotros no lo estamos. No estamos en disposición de participar en la relación.
Nos cerramos. A veces es apropiado y saludable cerrarse en una relación. Podemos legítimamente necesitar estar un tiempo solos.
A veces es autoderrotista cerrarnos en una relación. Dejar de ser vulnerable, honesto y de estar presente para otra persona puede poner fin a la relación. La otra persona no puede hacer nada en la relación si nosotros nos salimos de ella. Cerrarnos nos hace inaccesibles en esa relación.
Es común pasar por periodos temporales en que nos cerramos dentro de una relación. Pero es enfermizo hacer de esto una practica corriente. Puede ser una de nuestras artimañas para sabotear nuestras relaciones.