sábado, 11 de agosto de 2012

AMEMONOS COMO MUJERES QUE SOMOS



Se puede reconocer a las mujeres que están agradecidas de ser hijas de Dios por su aspecto externo. Estas mujeres comprenden la mayordomía que tienen sobre su cuerpo y lo tratan con decoro; lo cuidan como cuidarían un santo templo porque entienden la enseñanza del Señor: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”.  Las mujeres que aman a Dios nunca abusarían ni desfigurarían su templo con graffiti, con silicona para poner sus figuras voluptuosas, para de esta manera llamar la atención,  ni abrirían de par en par las puertas de ese santo y dedicado edificio para invitar al mundo a mirarlo. Cuánto más sagrado que un templo es el cuerpo, puesto que no ha sido hecho por el hombre, sino que fue hecho por Dios. Nosotras somos las mayordomas, las guardas de la pureza con la que [nuestro cuerpo] vino del cielo. “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es”.
Las agradecidas hijas de Dios cuidan su cuerpo con esmero, puesto que saben que son la fuente de la vida y reverencian la vida; no descubren su cuerpo para congraciarse con el mundo, sino que son recatadas para recibir la aprobación de su Padre Celestial, porque saben que Él las ama profundamente.