miércoles, 17 de febrero de 2016

RESPONSABILIDAD ECONÓMICA

Somos económicamente responsables de nosotros mismos.

Qué sentimiento tan atemorizante, tan de adulto, es ése para muchos de nosotros, asumir la responsabilidad del dinero y de nuestros asuntos económicos. Para muchos de nosotros, ceder a otros la responsabilidad de nuestros asuntos de dinero ha sido parte de nuestro toma y dame codependiente de nuestras relaciones.

Algo de nuestra dependencia emocional hacia los demás, de esa estrecha liga que nos ata a los otros, no por amor, sino por necesidad y desesperación, se relaciona directamente con la dependencia económica. Nuestros miedos y nuestra renuencia a asumir la responsabilidad por nuestros asuntos económicos puede ser una barrera para la libertad buscada en la recuperación.

DEJA IR LOS SENTIMIENTOS DE CULPA

Sentirnos bien con nosotros mismos es una elección que hacemos. Lo mismo ocurre con el hecho de sentirnos culpables. Cuando el sentimiento de culpa es legítimo, actúa como una señal de advertencia, indicando que nos hemos salido del camino. Y ahí termina su propósito.

Revolcarnos en la culpa les permite a los demás controlarnos. Provoca que no nos sintamos tan buenos. Nos impide fijar límites y tomar algún otro curso de acción sano para cuidar de nosotros mismos.

Podemos haber aprendido a sentirnos culpables habitualmente, como una reacción instintiva a la vida. Ahora sabemos que no necesitamos sentirnos culpables. Aunque hayamos hecho algo que viole un valor establecido, el sentimiento prolongado de culpa no soluciona el problema sino que lo prolonga. Así que, mejor repara el daño.

Cambia una conducta y, luego, deja ir los sentimientos de culpa.

"Hoy Dios mío, ayúdame a disponerme por completo a dejar ir los sentimientos de culpa. Por favor apártalos de mí y reemplázalos con amor a mí mismo".

DEJA IR LA TRISTEZA

Un obstáculo para la alegría y el amor puede ser una tristeza no resuelta del pasado.

En el pasado nos decíamos a nosotros mismos muchas cosas para negar el dolor: “No duele tanto... Quizá si espero un poco, las cosas cambiaran... No es para tanto. Puedo con esto... Tal vez si trato de hacer cambiar a la otra persona, no tendré que cambiar yo mismo". Negábamos que nos dolía porque no queríamos sentir el dolor.

Sin embargo, los asuntos inconclusos no desaparecen. Se siguen repitiendo hasta que captan nuestra atención, hasta que los sentimos, lidiamos con ellos, nos curamos. Esa es una lección que estamos aprendiendo.