lunes, 14 de mayo de 2012

¿A QUIENES QUEMAMOS CON EL FRÍO DE NUESTRA INDIFERENCIA?

Precisamente a quienes más nos aman, puesto que estamos tan seguras de tenerlos a nuestro lado que a veces descuidamos abrazar a ese amor y a pesar de estar compartiendo el mismo lugar con dichas personas, puedes sentir su lejanía, como si hubiesen millones de millas por medio.

Alguien está esperando una calurosa sonrisa, alguien quiere escuchar que le amas, alguien quiere sentir tu calor, alguien quiere que le abraces el alma. ¿Por qué no darte luz verde? El mayor peligro que corres es el de amar y no sólo extender tus manos para recibir. No te olvides que uno de los placeres más bellos de la vida es dar lo mejor de nosotras y permitir que los demás hagan lo mismo.

Y si el amor sólo es cuestión de amar… ¿por qué te complicas? No esperes a que llegue el día  en que tú seas condenada al cementerio en el que has condenado a vivir a quien te ama. ¡El momento es ahora! y aunque  muchas veces sea difícil expresar lo que sentimos, no debemos anclarnos allí sino buscar una solución al respecto; por ejemplo, si se te dificulta hablar, puedes escribir una carta en donde expreses lo que sientes puede ser la salida. Permite que tu espíritu salga de la cárcel del silencio innecesario, da pasos lentos pero certeros, seguro en un futuro lograras no solo decir lo que sientes, sino gritarlo a los cuatro vientos si así lo deseas.


No hay justificaciones para que nos compliquemos la vida con orgullos tontos que nos alejan de las mieles del corazón. A veces no expresamos lo que sentimos, quizá no sea pertinente; no regalamos un halago ni una palabra de aliento, ¿no vaya a ser mal interpretada?;  no damos un detalle, ¡tal vez no es necesario!; no le demostramos a alguien que es importante para nosotras, pues esa persona sabe que le “guardamos” en  nuestro pensamiento…
Y así nos la pasamos, guardando y guardando, como quien atesora grandes cantidades de dinero, aun sabiendo que lo que tiene puede calmar la angustia de otros. La vida se transforma en una guerra  en la que gana no quien ama más, sino quien “demuestra” menos. Y empezamos a creer que los demás saben cuánto les apreciamos, pero la verdad es que no hay que dar por sentada la existencia de un sentimiento, no basta con suponer… ¡Hay que decirlo! ¡Hay que demostrarlo! ¡Hay que vivirlo! Pero a veces nos convertimos en esas últimas “coca colas” del desierto que sólo reciben sin dar nada a cambio: atesoramos, amarramos y no entregamos ni un ápice de afecto… La tiña nos invade, somos tan tacañas que hasta osamos medir nuestros sentimientos.

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