Una amiga, con tono jocoso
y en medio de mis carcajadas, llama al hecho de tener relaciones sexuales “una
vuelta macabra y peligrosa”. Y la verdad es que resulta serlo, cuando no somos
conscientes del valor que tiene nuestro cuerpo a la hora de entregárselo
a otra persona.
Dejando
de lado los puntos extremadamente moralistas y viéndolo desde un punto
racional, hay que reconocer que no es lo mismo tener sexo que hacer el amor.
En la actualidad, las pautas sociales
muy a menudo hacen pensar que llevar una vida promiscua puede resultar
“normal”, incluso en los hombres ello es visto como señal de hombría y
virilidad, mientras que, en las mujeres, resulta ser motivo de sanción y repudio.
Pero más allá de los prejuicios sociales, lo
que debemos ver es que las
relaciones sexuales son propias de nuestra naturaleza y que, en tanto no las
tratemos como algo ajeno o netamente placentero, más humanas resultarán sernos.
Se
dice que el cuerpo es la morada del alma… Sin embargo, no podemos dividirlos,
el alma sin el cuerpo no existiría en este plano material; así que, si
permitimos que nuestro cuerpo sea enajenado, también permitimos que le suceda lo
mismo a nuestra alma. Cuando tenemos relaciones sexuales no sólo entregamos
nuestro cuerpo, sino también nuestro espíritu. Y entonces, ¿tú le entregas todo tu ser al o la
primera que aparezca?
Tener
sexo no está mal, pero se convierte en un acto biológico falto de sentido
cuando lo realizamos sólo por adquirir “experiencia” o placer sexual. Aunque
pueda leerse algo fuerte, cuando
sólo tenemos sexo, lo único que hacemos es masturbarnos con otro cuerpo, pues
no estamos siendo conscientes de que nos encontramos ante una otredad, ante un
ser que piensa, vive y nos entrega sus sentimientos, por ello, nos
conformamos con que ese otro u otra sólo nos sirvan como un juguete sexual.
Hacer el amor, por el contrario, resulta ser una de las experiencias
más bellas de la vida, pues no
vamos en búsqueda del placer individual, sino del placer en pareja, del
placer del cual nos provee el amor; buscamos que nuestra pareja por medio de su
cuerpo y de una manera “tangible” sienta lo que nuestro corazón no puede
expresar con las más finas y elaboradas palabras. Cuando hacemos el amor, no sólo amamos
a nuestras parejas sino también a nosotras mismas, pues no nos violentamos con efímeras
banalidades que sólo distorsionan el sendero de la sensatez. Una persona que no
amemos sinceramente, no es digna ni tan siquiera de que le regalemos un beso en
la boca…
Hay
mil y un razones para no tener sexo… Hacer el amor está en tus manos y en tus
decisiones. El amor es paciente y no se “afana” por “experiencia” ni por
“demostraciones de afecto”.
Siempre
será mejor encontrar un rayo de luna que nos guíe a su vera…
Siempre será mejor un beso que se quede en el alma, que uno que solo roce los labios…
Siempre será mejor un beso que se quede en el alma, que uno que solo roce los labios…
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