sábado, 2 de junio de 2012

NO ES LO MISMO TENER SEXO...QUE HACER EL AMOR

Una amiga, con tono jocoso y en medio de mis carcajadas, llama al hecho de tener relaciones sexuales “una vuelta macabra y peligrosa”. Y la verdad es que resulta serlo, cuando no somos conscientes del valor que tiene nuestro cuerpo a la hora de entregárselo a  otra persona.
Dejando de lado los puntos extremadamente moralistas y viéndolo desde un punto racional, hay que reconocer que no es lo mismo tener sexo que hacer el amor.
En la actualidad, las pautas sociales muy a menudo hacen pensar que llevar una vida promiscua puede resultar “normal”, incluso en los hombres ello es visto como señal de hombría y virilidad, mientras que, en las mujeres, resulta ser motivo de sanción y repudio. Pero más allá de los prejuicios sociales, lo que debemos ver es que las relaciones sexuales son propias de nuestra naturaleza y que, en tanto no las tratemos como algo ajeno o netamente placentero, más humanas resultarán sernos.


Se dice que el cuerpo es la morada del alma… Sin embargo, no podemos dividirlos, el alma sin el cuerpo no existiría en este plano material; así que, si permitimos que nuestro cuerpo sea enajenado, también permitimos que le suceda lo mismo a nuestra alma. Cuando tenemos relaciones sexuales no sólo entregamos nuestro cuerpo, sino también nuestro espíritu. Y entonces, ¿tú le entregas todo tu ser al o la primera que aparezca?
Tener sexo no está mal, pero se convierte en un acto biológico falto de sentido cuando lo realizamos sólo por adquirir “experiencia” o placer sexual. Aunque pueda leerse algo fuerte, cuando sólo tenemos sexo, lo único que hacemos es masturbarnos con otro cuerpo, pues no estamos siendo conscientes de que nos encontramos ante una otredad, ante un ser que piensa, vive  y nos entrega  sus sentimientos, por ello, nos conformamos con que ese otro u otra sólo nos sirvan como un juguete sexual.
Hacer el amor, por el contrario, resulta ser una de las experiencias más bellas de la vida, pues no vamos en búsqueda del placer  individual, sino del placer en pareja, del placer del cual nos provee el amor; buscamos que nuestra pareja por medio de su cuerpo y de una manera “tangible” sienta lo que nuestro corazón no puede expresar con las más finas y elaboradas palabras. Cuando hacemos el amor, no sólo amamos a nuestras parejas sino también a nosotras mismas, pues no nos violentamos con efímeras banalidades que sólo distorsionan el sendero de la sensatez. Una persona que no amemos sinceramente, no es digna ni tan siquiera de que le regalemos un beso en la boca…
Hay mil y un razones para no tener sexo… Hacer el amor está en tus manos y en tus decisiones. El amor es paciente y no se “afana” por “experiencia” ni por “demostraciones de afecto”.
Siempre será mejor encontrar un rayo de luna que nos guíe a su vera…
Siempre será mejor un beso que se quede en el alma, que uno que solo roce los labios…

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