Llega un momento en nuestras vidas en que percibimos que algo no funciona como queremos. Que no nos sentimos plenos inclusive cuando hemos logrado lo que creíamos que queríamos.
Cada uno de nosotros es un ser único, con una única función en esta vida, con una responsabilidad única para el Plan Universal.
Con el correr de los años vamos perdiendo la capacidad de discernir quienes somos verdaderamente, nos vamos convirtiendo en lo que creemos que debemos ser para agradarles a los otros, o simplemente aparentamos lo que no somos, en lugar de ser quienes debemos ser para agradarnos a nosotros mismos y por consiguiente, agradarle a Dios.
Cuando
dejamos de ser nosotros mismos, el Universo (Dios) nos da señales para hacernos
notar esta desviación. Cuando no podemos ver esas señales porque estamos
demasiado desconectados con nosotros mismos, el Universo nos habla cada vez mas
fuerte hasta que llega un momento que alguna desgracia nos hace volver a tomar
conciencia de las verdaderas prioridades en nuestra vida.