La realidad no es tan sencilla como simplemente borrar de nuestra mente
aquello que pasó. Por mucho que se quiera, no existe la amnesia; no se pueden
borrar las indelebles huellas de la
brutalidad, el abuso, el maltrato que en su momento nos deshumanizó, anuló o
humilló a manos de la persona que se supone debió cuidarnos y protegernos como
parte integral de si mismos.
Es muy difícil, por no decir imposible, borrar las cicatrices de las
heridas del pasado, borrarlas sería negarnos a nosotras mismas la recuperación,
porque si todo se olvidase no podríamos mirar con claridad hacia el futuro.
En la vida de toda mujer hay experiencias vividas que quisiéramos
olvidar, dejar atrás y no recordar nunca más.
Errores cometidos, maltratos, traiciones… cosas que pasaron pero no se
olvidan.