¡No llores!, no empieces tu nuevo año con lágrimas en tu
rostro, hermosea con una sonrisa, con un suspiro lleno de fe, de sol, de
esperanza, de alegría y de luz, para que atraigas las buenas vibraciones que te
rodean en todo lo que ves, en todo lo hueles, en todo lo que respiras, en todo
lo que tocas, en todo lo que escuchas, en todo lo que saboreas, en todo lo que
tienes y es tuyo porque es lo único que te pertenece.
Por lo tanto y ya para concluir, despídete y despréndete
con mucha fuerza y madurez, con mucha entereza y mucha confianza en ti misma…
¡Déjalo ir!, déjalo dormir para siempre, pero sobre todo, piensa en Dios y
quédate con el corazón en paz.