miércoles, 22 de agosto de 2012

¿DUELE VOLVER A COMETER EL MISMO ERROR?


Todas cometemos errores, eso es parte de ser humanas.
Pero duele mucho cuando el error que cometemos es el mismo que el de antes. Cometer el mismo error duele hasta destrozarnos el alma.
Quisiéramos que la tierra nos tragara e hiciera desaparecer, pero tenemos que ser fuertes, afrontarlo, levantar cabeza y mirar hacia adelante. El pasado no se puede cambiar, el futuro sí.

¿Cuántas veces has cometido errores y cuántas veces has prometido no volver a cometerlos?
Todas conocemos el desagradable sentimiento de darnos cuenta que hemos fallado en algo que pensábamos que ya teníamos controlado, nos sentimos como casos perdidos, deseando tener el poder de regresar en el tiempo para hacer las cosas diferentes. Son muchas las cosas que podríamos cambiar y no cambiamos, darnos cuenta de ello nos entristece y hace sentir que somos “casos perdidos”.
― ¡Trágame tierra, volví a caer!
A Muchas nos falta el valor y la fuerza para mirarnos a nosotras mismas y desearíamos poder escondernos o perdernos. Saber que has vuelto a fallar es algo que duele, especialmente si es que nos hemos fallado a nosotras mismas. Pensamos que igual si hubiésemos sabido el dolor y la frustración que provocan nuestros errores no hubiéramos vuelto a fallar de la forma que hicimos, pero lo hicimos.
No hay nadie que nos pueda salvar de lo insalvable, excepto nosotras mismas, porque nadie nos obliga a cometer actos o acciones que sólo nos dejan un mal sabor.
Muchas son las veces que nos dejamos llevar por la emoción del momento, o en las que tomamos una decisión al impulso de sentimientos, sin razonar, sin pensar en las consecuencias que nos afectan a nosotras mismas y de paso, muchas veces también involucramos sin querer a terceras personas, haciéndolas sentir tanto o más mal que a nosotras mismas. Y muchas veces llegamos a casos extremos, seguimos viviendo en el error que podría durar de por vida, pensando que tratar de rectificar y prometer no hacerlo de nuevo sólo han sido promesas fallidas y condenándonos a nosotras mismas a vivir equivocadamente dudando de nuestra capacidad, buen juicio y sobretodo, dudando de nuestra fuerza de voluntad.