Los seres humanos estamos inmersos en una red de juegos sociales creados
por otros seres humanos. No conocemos sus caras o nombres; a veces y de vez en
tanto aparecen algunos, esos dueños de las leyes del mercado, del proceder
correcto, de los que crean la mirada de una sociedad; en la mayoría de los
casos obedecemos verdades sin cuestionar ni su origen ni su practicidad.
Crecemos y nos relacionamos, buscamos ese hombre con el que podamos
sentir una comunión íntima y personal; mucho más que el sexo, o las palabras
bonitas.
Pero cuando lo conocemos, justo cuando nos atrevemos a correr el riesgo
de exponernos, de dejar a un paso la hojalata de nuestras defensas, e
intentamos que nuestros mundos convivan, muchas veces nos corremos del contexto adecuado:
·
Los
problemas cotidianos, el dinero que no alcanza, los niños que se portan mal, o
las dificultades para alcanzar las metas, los sueños personales; la sensación
de “ser incomprendidas”, nos maneja día a día, y en repetidas ocasiones no
advertimos lo que se presenta frente a nuestros ojos.