Unas de las situaciones más difíciles que se nos presentan a menudo, son los
finales, o mejor
dicho, las renuncias. Ese momento en que tenemos que parar la maquinaria mental
y emocional, hacer una pausa, respirar y pensar en los contextos en los que
estamos inmersas y tomar decisiones.
Es
duro darse cuenta de que hay que tomar elecciones que abren abismos, dejan
historias truncadas, o ponen fecha de caducidad a las relaciones.
A veces, es
mejor decir adiós.
Es triste cuando llega el momento en que tenemos que evocar la sabiduría y aceptar que el adiós es el remedio más eficaz. Aprender a decir adiós, implica mucho más que terminar una relación, pues supone para nosotras reconocer que hay avatares de la vida, infortunios, y dificultades que se nos escapan de nuestras mano.
Es triste cuando llega el momento en que tenemos que evocar la sabiduría y aceptar que el adiós es el remedio más eficaz. Aprender a decir adiós, implica mucho más que terminar una relación, pues supone para nosotras reconocer que hay avatares de la vida, infortunios, y dificultades que se nos escapan de nuestras mano.