Muchos de nosotros fuimos educados con la creencia de que tener un problema era algo de lo que debíamos avergonzarnos.
Esta creencia puede hacernos mucho daño. Puede impedirnos identificar nuestros problemas; nos puede hacer sentir enajenados e inferiores cuando los tenemos, o los tiene alguien a quien amamos. La vergüenza puede impedirnos solucionar un problema y encontrar el regalo que constituye ese problema.
Los problemas son parte de la vida. Lo mismo las soluciones. La gente tiene problemas, pero nosotros, y nuestra autoestima, somos algo aparte de nuestros problemas.
Todavía no conozco una persona que no tenga problemas que resolver, ¡pero he conocido a muchas que se sentían avergonzadas de hablar acerca de los problemas que ya habían resuelto!