La emoción del enamoramiento, la boda, la alegre recepción, las fotos,
el pastel y los detalles románticos contrastan con las amarguras,
humillaciones, lágrimas, menosprecios y tragedias que después llegan a soportar
muchas mujeres en manos de su pareja.
Y una vez casada, lo que menos quieres es dar la relación por fracasada
y disolverla, pues una no se casa para eso. Pero mucho menos para ser
maltratada: nunca aceptes el
maltrato, siempre di no a quien te lastima.
En la mayor parte de los casos los agresores son las propias
parejas de las victimas, siendo el detonante el reclamo de pensión
alimenticia, o la negativa de la mujer de volver a vivir con la pareja. La
etapa de mayor peligro para la mujer es la de los primeros meses de la
separación, periodo durante el hombre trata de convencer a su pareja que ha
hecho cambios.
Las consecuencias del maltrato tienen graves consecuencias
sobre los hijos, incluso cuando la mujer intenta protegerlos o esconderlo de
ellos. Los hijos de familias en las que se han experimentado maltratos enfrentan temor, ansiedad, culpa y enojo que
más tarde prolongan el ciclo siniestro.