Es horrible escuchar un “te lo dije” tras cometer un error, pero mucho
más escucharlo de forma repetitiva, una y otra vez.
El “te lo dije” no sirve para nada positivo, sólo
mortifica a quien lo recibe y aminora su autoestima, alegría y confianza.
Tengamos cuidado con nuestras palabras, y aunque tengamos razón, por lo
general el “te lo dije” es mejor no decirlo.
El mundo es como una especie de restaurante intangible: encuentras tanta
comida de tan diversos olores, texturas y sabores, que a veces terminas
por degustarlo todo acabando con una insoportable indigestión a causa de
nuestras ganas de comer un poco de todo lo que nos recomendaron. Así, a diario
tenemos un restaurante inmenso de creencias que podemos aceptar o no, que
podemos tocar o alejar, que podemos apropiar o rechazar.