Hay quienes se sienten culpables por todo, y quienes parecen no sentirse
culpable por nada… Los dos extremos son malos y conviene evitarlos.
En su justa medida, la culpabilidad nos ayuda a arrepentirnos, mejorar
como personas, y a ser más consideradas con los demás.
¿Quién no ha sentido culpa alguna vez?
Algunas llevan el sentimiento de culpabilidad al extremo, sintiendo
culpa por todo lo que ocurre en el universo: Culpa si sus análisis
salieron mejor que el del marido, culpa si sus hijas se casan con buenos
hombres y las sobrinas quedan solteronas culpa por tener un buen trabajo,
culpa por tener buena posición económica, culpa por tener suerte, culpa por
irse de vacaciones, culpa si otros lloran, culpa si se enferman, culpa por no
poder amar a alguien…
Otras, sin embargo, no sienten culpa por nada, pues sólo piensan en
sus pasiones y deseos personales: a ellas no les da vergüenza romperle
algo a alguien, abusan de la confianza concedida y jamás ofrecen una disculpa.
Ellas atropellan a quien se le interpone en el camino, son desagradecidas y
frías.