Hay que amar cada segundo en el que tenemos la oportunidad de
vivir, puesto que es allí en donde apreciamos la grandeza del universo.
Debemos amar incluso lo que a ratos no se nos hace
muy agradable, ello le pone cierto “picante “a nuestra existencia y nos
recuerda que no todo en este mundo debe ser como nosotras queremos que sea.
En
muchas oportunidades, se nos pasa por alto o nos puede parecer “tonto” e
“inadmisible” amar tareas a las
que no les damos mayor relevancia como el comer. Sin embargo, ello en si ya es una
bendición que amar: podemos
sentir el olor, el sabor, el gusto y las texturas de los alimentos; podemos ver los colores y tenemos el
placer de consumir algo que es de nuestro gusto. En fin, en ese acto tan
sencillo asistimos a una danza de los sentidos en la que bailan nuestras
percepciones, sensaciones y evidenciamos la grandeza de ser humanas.