Dejemos de disculpar a las otras personas. Dejemos de disculparnos a nosotros mismos.
Aunque es nuestra meta desarrollar la compasión y lograr el perdón, la aceptación y el amor, también es nuestra meta aceptar la realidad y hacer que la gente sea responsable de su propia conducta. Podemos también hacernos nosotros responsables de nuestra propia conducta y, al mismo tiempo, tenernos compasión, ser comprensivos con nosotros mismos. Cuando nos declaramos impotentes, no nos estamos declarando irresponsables.
No tenemos el poder de controlar a los demás, lo que hacen, lo que hicieron, o lo que podrían hacer. Estamos declarando que estamos dispuestos a dar fin a una vida ineficaz basada en la fuerza de voluntad y en el control. Y estamos comenzando un viaje espiritual, mental y emocional en el que asumimos la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos.
No somos víctimas. No estamos desamparados. Aceptar la impotencia cuando eso es lo adecuado nos capacita para adueñarnos de nuestro verdadero poder para cuidar de nosotros mismos.
"Hoy evitare disculparme por mi propia conducta o por
la de alguien mas. Dejare que las consecuencias y la
responsabilidad recaiga donde corresponda".