Llevé un bebé precioso en mi vientre. Lo sentí moverse
dentro de mi. Me desperté sólo para mirarlo y escucharlo. Lo tranquilicé encima
de mi corazón. Sacrifiqué mi cuerpo para llevar las marcas de la maternidad. Yo
no soy perfecta, pero cuando me miro en un espejo, estoy orgullosa de haberme
convertido en la madre que soy.
Hay una mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de
su amor y mucho de ángel por la incansable solicitud de sus cuidados. Una mujer
que, siendo joven, tiene la reflexión de una anciana y, en la vejez, trabaja
con el vigor de la juventud. Una mujer que, si es ignorante, descubre los
secretos de la vida con más acierto que un sabio y, si es instruida, se acomoda
a la simplicidad de los niños. Una mujer que, mientras vive, no la sabemos
estimar porque a su lado todos los dolores se olvidan, pero, después de muerta,
daríamos todo lo que somos y todo lo que tenemos por recibir de ella un solo
abrazo. De esa mujer no me exijáis el nombre..
... Es la madre ¡CUÍDALA!
... Es la madre ¡CUÍDALA!
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