Cuando nos damos cuenta de que hemos actuado mal, que por nuestra culpa
alguien ha sufrido o sufre, nos sentimos fatal.
Tal vez dijimos las palabras equivocadas, tal vez juzgamos mal, tal vez
tuvimos un accidente o no pensamos bien antes de actuar… Pero sea lo que sea lo
que nos provocase este sentimiento de culpa… si es posible, intentemos
repararlo.
Para librarnos del sentimiento de culpabilidad, nada mejor que intentar
reparar el daño causado. ¡Hagámoslo!
La culpa es un sentimiento natural en los seres
humanos. Alguna vez nos hemos sentido mal por defraudar a alguien que amamos o
a nosotras mismas, pero lo
importante es que sepamos encauzar los ríos de la culpa de
forma tal que no nos inunden y ahoguen en un mar de sentimientos negativos.
Es cierto que nos equivocamos poco o mucho, pero también es
cierto que si erramos no es por el “placer” de sentirnos miserables y dañar lo
que más amamos. Los errores en nuestro camino son normales, son señales de que
estamos haciendo nuestras propias elecciones y tenemos la potestad de dirigir
nuestras acciones, lo que no nos exime de responsabilidades, pero nos ayuda a
mirar los acontecimientos en sus verdaderas dimensiones.
La culpa no es una especie de gripe que desaparece al tomarnos una
pastilla. La culpa necesita de un esfuerzo consciente por liberarnos de la
carga que puede representar para nosotras. Y el primer paso para superarle no
consta en “hacernos las locas” y actuar como si nada pasara, el primer
paso es examinar lo que sucedió con el fin de replantear nuestros sentimientos
con respecto a lo acontecido, por eso te recomiendo que tengas en cuenta
lo siguiente:
·
Recuerda cada detalle, cada gesto, cada palabra y luego relee el
hecho, para ello, te recomiendo que vayas a un lugar que te inspire
tranquilidad; también puedes llevar una hoja y un lápiz, así podrás anotar lo
que recuerdas sin temor a posibles olvidos. Cuando ya tengas todos esos
recuerdos concentrados, haz una nueva lectura de lo que sea que te está
llenando de responsabilidades.
·
Reflexiona sobre de lo que encontraste y no sólo debes
quedarte en tu lugar, sino ponerte en el lugar del otro para que no te quedes
únicamente con lo que tú sentiste, sino que también te preocupes por lo que él
o la otra experimentó.
·
Realízate preguntas como: ¿pude haberlo evitado? ¿Ahondé la
situación? ¿Fui irrespetuosa en algún momento? ¿Cómo fue mi comportamiento?
¿Qué sentimientos se despertaron en mí?
Cuando ya tengas estos pasos, y ya hayas reinterpretado el origen
de la culpa, ponte manos a la obra y busca soluciones: éste es el paso fundamental para superar
los sentimientos de culpa, ¿acaso crees que con sentirte culpable lo
resuelves todo? No. Debes excusarte por
lo acontecido e intentar resarcir el daño ocasionado, sólo así tu alma sentirá
alivio.
No somos perfectas, tenemos derecho a equivocarnos, pero también tenemos la obligación de reparar los
daños que nuestro mal proceder ha ocasionado, no sólo por las
personas a quien herimos, sino también por nosotras, para que podamos ser
libres de la mancha de la culpa.
Resarcirnos es un acto de aprendizaje para nosotras y los seres que
lastimamos, no hay nada de malo en ello, sólo la tranquilidad de reconocerte
como un corazón que limpia sus heridas.
“QUE FACIL ES PEDIR DISCULPAS
Y QUE
LASTIMEN TU CORAZON...
...PERO... QUE DIFICIL ES SENTIRLAS
...PERO... QUE DIFICIL ES SENTIRLAS
Y ENMENDAR
EL ERROR”
Esa experiencia nos enseña que cuando cometemos un error debemos aprender a reconocerlo y pedir PERDÓN para vivir sin odios y rencores. Cerrar las puertas al perdón es comenzar a dar entrada al odio y a la infelicidad en nuestra propia vida.
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