“Generalmente las madres más que amar
a los hijos, se aman en los hijos”.
Cuando estamos pequeños no valoramos a
la madre cuando están junto a nosotros, tal vez por la condición de niños.
Cuando estamos adolescentes no la queremos
a nuestro lado, porque nos impone reglas y límites y nos impide vivir a
plenitud los vuelos juveniles.
Cuando cumplimos los 18, nos creemos
lo suficientemente fuertes para enfrentar los desafíos que la nueva vida nos
trae.
“Ingenuo engaño” cuando descubrimos
sobre qué rumbo debemos seguir, volvemos a la casa materna, único espacio
posible de guarida y comprensión.
A los 20 me di cuenta que la muerte
materna era posible, solo requería lentitud fue cuando me case,
planté bandera de independencia y seguí el viaje. Pero bastó ver
nacer a mi hijo, para descubrir que ese ser llamado madre se transformaría en
un espécimen aún más vigoroso llamada ABUELA. Para quien aún no vivió la
experiencia, abuela es madre en dosis doble.
Cuando menos esperaba ella decidió morir
así, sin más, ni menos, sin pedir permiso sin hora marcada, u ocasión para la
despedida.
Ella simplemente se fue, dejándome la
lección, las madres son para siempre.
Al contrario de lo que siempre
imaginé son ellas las que deciden cuanto esta eternidad puede durar en la
vida.
No sé… si la vida es corta o es
demasiado larga para nosotros. Solo sé que debemos demostrar nuestro amor a las
personas, mientras ellas están por aquí.
Es por eso que tenemos que amarlas
siempre y no matarla en vida, nunca sabremos cuando ella va a querer partir. El
vacío que queda nunca conseguiremos llenarlo.
Para quien aún la tiene a su lado
ámala, abrázala siempre y para quien ya no la tiene, guarda sus recuerdos en el
más precioso de los baúles.
Donde quiera que ella esté, debes
saber que siempre va a entender el mensaje, va a llorar cuando llores, va a
sonreír cuando sonrías, va a velar por tu sueño, como lo hacía cuando eras una
niña.
De verdad te digo; no esperes su
partida para darle amor, un día vas a descubrir que tal vez la persona que más
te amo en la vida, fue ella.
Si ella está a tu lado, dale un
beso y un abrazo y dile lo que ella siempre quiso oír: MAMÁ YO TE AMO, GRACIAS
POR EXISTIR.
Y si ella ya no está a tu lado;
cierra los ojos y haz una oración por ella, agradeciendo por la vida y también
diciendo que la amas.
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