Hace tiempo cuando falleció mi padre, sentí que el mundo se me vino encima, era insoportable la idea de no volver a verlo nunca más, de no escuchar sus consejos, sentir sus abrazos o simplemente no verlo en nuestro hogar.
Desde que nos dieron la terrible noticia el llanto no se hizo esperar, dolía el pecho y cada parte de mi cuerpo, inclusive después de darle el adiós, me encerré en mi habitación y pedía una y otra vez con lágrimas en los ojos volverlo a ver.
Mi madre, quien siempre ha sido una mujer fuerte me preguntó algo que desde entonces no olvido:¿sabes que en realidad estás llorando por ti y no por él?, me quedé perplejo ante su pregunta, no lograba entenderla del todo, claro que lloraba por mi padre, pero entonces al ver mi cara de confusión, mi madre prosiguió:
Entiendo que duele perder a alguien, a mí también me ha dolido su partida, pero con el tiempo he logrado entender que uno llora por sí mismo y no por los que han partido, es decir, lloramos porque los hemos perdido, porque sabemos que nunca más estarán a nuestro lado, al menos no físicamente, porque si supuestamente todo concluye con la muerte, ellos ya no están más, ni siquiera para lamentarse por haber fallecido y mi pregunta es: si la vida continúa más allá de la muerte ¿por qué llorarles y sufrirles?