sábado, 11 de febrero de 2017

REFLEXIÓN: Cuando lloras a tus muertos, lloras por ti y no por ellos. ¡Tienes que leer esto!

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Hace tiempo cuando falleció mi padre, sentí que el mundo se me vino encima, era insoportable la idea de no volver a verlo nunca más, de no escuchar sus consejos, sentir sus abrazos o simplemente no verlo en nuestro hogar.

Desde que nos dieron la terrible noticia el llanto no se hizo esperar, dolía el pecho y cada parte de mi cuerpo, inclusive después de darle el adiós, me encerré en mi habitación y pedía una y otra vez con lágrimas en los ojos volverlo a ver.

Mi madre, quien siempre ha sido una mujer fuerte me preguntó algo que desde entonces no olvido:¿sabes que en realidad estás llorando por ti y no por él?, me quedé perplejo ante su pregunta, no lograba entenderla del todo, claro que lloraba por mi padre, pero entonces al ver mi cara de confusión, mi madre prosiguió:

Entiendo que duele perder a alguien, a mí también me ha dolido su partida, pero con el tiempo he logrado entender que uno llora por sí mismo y no por los que han partido, es decir, lloramos porque los hemos perdido, porque sabemos que nunca más estarán a nuestro lado, al menos no físicamente, porque si supuestamente todo concluye con la muerte, ellos ya no están más, ni siquiera para lamentarse por haber fallecido y mi pregunta es: si la vida continúa más allá de la muerte ¿por qué llorarles y sufrirles?


Uno tiene que aceptar la muerte y dejarlos ir, llorarles un momento pero no atarlos para siempre a nosotros con nuestras lágrimas. Entender que aunque no estén más físicamente, su recuerdo seguirá presente en nosotros y nos acompañarán de por vida de manera espiritual. Recordarlos como ellos eran en vida y no permitir que su recuerdo se marche.

Uno no debe morirse con sus muertos, debemos más bien recordar que donde ardió el fuego del amor y la vida, debajo de las cenizas muertas, quedan las brasas esperando el soplo para hacerse las llamas.

Muchos afirman que sin sus muertos no han de poder seguir viviendo, pero no deben decir que es porque los amaban, sino por cuanto los necesitan y es ahí cuando tienen que reflexionar que amar no es igual a necesitar.

Aceptar que se han ido te ayudará en tu crecimiento personal, pues descubrirás que la vida debes vivirla sin depender de nadie más. Además, no debes de contener lágrimas pero tampoco forzarlas a que salgan, no importa si alguien lo reprueba ni dejes que alguien te obligue, sólo sé tú mismo, saca tu dolor pero no te ates a él.

Una vez más te lo digo ¡no mueras con tus muertos! Déjalos partir como cada estación del año, como las golondrinas en otoño para anidar en otros climas y volver más números y crecidas en otra primavera.

No te guardes las lágrimas ni te tragues tu dolor, porque sólo quedarán al acecho y en cualquier momento pudieses explotar, vive y expresa todo en su momento y su hora. Déjate de culpas, de remordimientos o reproches, tus muertos ya no ganan nada con ello y tú tampoco.

Continúa amándolos aun después de la muerte, recuérdalos con cariño y quizás con ello se gane algo: otro nacimiento.

A veces sólo vemos una cara de la muerte y la del otro lado se nos escapa. ¿Qué sentirías si miraras la muerte como otro nacimiento? Piensa que a la hora de cosechar, tus muertos no están en el cementerio, en realidad nunca estuvieron ahí, salvo cuando estaban vivos y si te preguntas ¿entonces dónde están?, yo no puedo responder por ti, porque yo sé dónde están para mí los míos y debes preguntarte dónde están para ti los tuyos.

La realidad es que el cementerio es como un surco donde se arrojan las semillas, ningún sembrador vuelve a remover la tierra para buscar las semillas ya sembradas; regresa al campo a la hora de cosechar espigas.

Lamenta en su momento y guarda sus recuerdos en tu corazón, en algún momento volverán a reencontrarse, cuando sea tu turno de partir, por el momento dedícate a vivir y ser feliz.

Y entonces pude comprender porque mi madre sólo había llorado en el momento en que todo ocurrió, pensé que ya se había olvidado de él, pero en realidad lo lleva en su corazón, cuánta razón ha tenido ella. Y tú, ¿crees que lloras por ti o por tus muertos?

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