El cariño es la fuerza más influyente en la formación de
nuestra vida orgánica, emotiva y espiritual.
La criatura construye su imagen del mundo basándola
mayormente en la experiencia que tiene con su madre. Según sea la madre
cariñosa o indiferente, el niño sentirá que el mundo es cariñoso o indiferente.
El niño, dotado al nacer de todos los impulsos necesarios para desarrollarse
como amoroso y armónico ser humano, aprende a querer al sentirse querido.
Cuando no es amando, no aprende a amar. Tales criaturas se convierten al crecer
en personas para quienes el comprender el significado del amor resulta
extremadamente difícil; de ahí que establezcan toda clase de relaciones humanas
de manera superficial.
El amor es creador y enriquece grandemente la vida, tanto
del que lo recibe como del que lo otorga. Es la única cosa en el mundo de la
que nunca se dará demasiado a nadie. El verdadero amor posee firmeza y
disciplina propias para las cuales no puede haber sustitutos; el amor nunca
podrá perjudicar, inhibir ni corromper; sólo puede beneficiar.
Podríamos concluir que es indispensable vivir como si la
vida y el amor fueran una sola y misma cosa, porque tal es el sistema de vida
que requiere la naturaleza humana.
Solo si tenemos y crecemos con amor seremos capaces de
sobrevivir en este mundo tan carente de afecto.
“SI
RECIBES AMOR DE NIÑO,
REPARTIRAS
AMOR TODA TU VIDA”
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