¿Has visto o te ha pasado eso de que cuando una relación se ha
terminado te has sentido defraudada porque sientes que tú has dado todo de ti,
y él no te lo ha sabido corresponder?
Cuando nos entregamos o cuando damos de nosotras mismas lo mejor que
tenemos, lo podemos hacer regalando o invirtiendo.
En el acto de regalar, entregamos sin esperar nada a cambio más
que la inmediata satisfacción que produce hacerlo. Si es así, cuando has
entregado todo de ti y al final las cosas no salen, no ha sido “para nada”,
pues eso implicaría que lo que intentabas hacer era invertir lo que das (y toda
inversión tiene un riesgo que asumimos personalmente).
Dar, regalar o invertir constituyen formas de
relacionarnos con los otros. A cada instante de nuestra vida, cuando
interactuamos ponemos en juego alguno de estos tres verbos, alguna de estas
inocentes acciones y actuaciones de encarar la vida. No podemos
concebirnos de forma aislada, somos seres relacionales. Con relaciones
exitosas, saludables, viciosas, enfermas, desgastantes; sea cual sea la
categoría, los naipes para desenvolvernos en la vida son el dar, el regalar o
el invertir.
Pero lo curioso, es que a menudo caemos en la trampa, regalamos o invertimos
y creemos que damos y cuando las relaciones caducan, sentimos un irrecuperable
aliento a “yo lo di todo”, “yo lo único malo que hice fue darlo todo”. Pero si
eso hubiera sido un hecho y no una interpretación, tal vez al día de hoy
podrías estar triste, desorientada, de duelo como corresponde a una pérdida;
pero no habría ese halo de “decepción, de injusticia” porque cuando damos, nos
enriquecemos.
Siempre que damos, también recibimos.
Cuando damos, inexorablemente recibimos. Cuando te doy mi tiempo, mi escucha o mi paciencia, en el mismo acto también estoy recibiendo tu confianza, tu agradecimiento; hay una suerte doble dar y de doble recibir: te doy y recibo – recibes y me das.
Cuando damos, inexorablemente recibimos. Cuando te doy mi tiempo, mi escucha o mi paciencia, en el mismo acto también estoy recibiendo tu confianza, tu agradecimiento; hay una suerte doble dar y de doble recibir: te doy y recibo – recibes y me das.
¿Das esperando recibir? ¿cuántas veces has regalado para
obtener la recompensa oculta? ¿Cuántas veces has regalado la sonrisa, el beso,
la palabra modesta para obtener a cambio algo? ¿Reconocimiento? ¿Amor?
¿Aprobación?¿ Y sabes que tal vez, en esos momentos no hayas regalada sino
invertido?
Porque invertir es disponer algo de mí, prestártelo y esperar
a que me lo devuelvas con creces. Y muchas veces, amamos, nos reprimimos, y
hacemos el famoso “sacrificio” pensando que estamos “dando” y en lugar de eso
“estamos invirtiendo”, después, si resulta que no hay una recompensa, una
devolución o no ha dado el fruto deseado, acabamos sufriendo.
Dar no es invertir… es entregar (regalar)
Aquél que espere dar sin recibir, lo que en realidad está haciendo es estar regalando. Está entregando algo que no es suyo, o no que no siente como tal. Porque en el dar recibimos instantáneamente.
Aquél que espere dar sin recibir, lo que en realidad está haciendo es estar regalando. Está entregando algo que no es suyo, o no que no siente como tal. Porque en el dar recibimos instantáneamente.
Dar es dar. Y por ello no reprochamos, ni nos
quejamos luego. Porque en su momento hubo una satisfacción, me entregué,
me recibiste, y en ello te entregaste y yo te recibí; y así comienza una vez
más el ciclo.
Dar nos permite crecer, tanto en lo personal como
con el otro. Es la base de la comunicación, de esa “acción en común” de este
ser orador y oyente a la vez, en forma simultánea. Y cuando existe
comunicación, existe relación; existe sentido, un lazo de amor que nos acerca
cada día, al descubrimiento de quienes somos en virtud de cómo somos con ese
otro. Entonces, todo es armonía.
¿Dar, regalar o invertir? La vida se basa en el dar,
habrá momentos de regalar y muchos de invertir; descubrir en qué áreas aplicar
cada verbo, es parte de tu tarea cotidiana.
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