Precisamente a quienes
más nos aman, puesto que estamos tan seguras de tenerlos a nuestro lado que a
veces descuidamos abrazar a ese amor y a pesar de estar compartiendo el mismo
lugar con dichas personas, puedes sentir su lejanía, como si hubiesen millones
de millas por medio.
Alguien está esperando
una calurosa sonrisa, alguien quiere escuchar que le amas, alguien quiere
sentir tu calor, alguien quiere que le abraces el alma. ¿Por qué no darte luz
verde? El mayor peligro que corres es el de amar y no sólo extender tus manos
para recibir. No te olvides que uno de los placeres más bellos de la vida es
dar lo mejor de nosotras y permitir que los demás hagan lo mismo.
Y si el amor sólo es
cuestión de amar… ¿por qué te complicas? No esperes a que llegue el día en que tú seas condenada al cementerio en el
que has condenado a vivir a quien te ama. ¡El momento es ahora! y aunque muchas veces sea difícil expresar lo que
sentimos, no debemos anclarnos allí sino buscar una solución al respecto; por
ejemplo, si se te dificulta hablar, puedes escribir una carta en donde expreses
lo que sientes puede ser la salida. Permite que tu espíritu salga de la cárcel
del silencio innecesario, da pasos lentos pero certeros, seguro en un futuro
lograras no solo decir lo que sientes, sino gritarlo a los cuatro vientos si
así lo deseas.
No hay justificaciones para
que nos compliquemos la vida con orgullos tontos que nos alejan de las mieles
del corazón. A veces no expresamos lo que sentimos, quizá no sea pertinente; no
regalamos un halago ni una palabra de aliento, ¿no vaya a ser mal
interpretada?; no damos un detalle, ¡tal
vez no es necesario!; no le demostramos a alguien que es importante para
nosotras, pues esa persona sabe que le “guardamos” en nuestro pensamiento…
Y así nos la pasamos,
guardando y guardando, como quien atesora grandes cantidades de dinero, aun
sabiendo que lo que tiene puede calmar la angustia de otros. La vida se
transforma en una guerra en la que gana
no quien ama más, sino quien “demuestra” menos. Y empezamos a creer que los
demás saben cuánto les apreciamos, pero la verdad es que no hay que dar por
sentada la existencia de un sentimiento, no basta con suponer… ¡Hay que
decirlo! ¡Hay que demostrarlo! ¡Hay que vivirlo! Pero a veces nos convertimos
en esas últimas “coca colas” del desierto que sólo reciben sin dar nada a
cambio: atesoramos, amarramos y no entregamos ni un ápice de
afecto… La tiña nos invade, somos tan tacañas que hasta osamos medir nuestros
sentimientos.
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