Cuando encontramos en nuestra vida a ese ser que nos va enamorando con
sus palabras, con sus miradas tiernas, con sus pequeños detalles, nos va
envolviendo poco a poco en su entorno hasta dejarnos enamoradas de él, le vamos entregando de nosotras todo,
hasta llegar el momento de consumar ese amor, en esa primera noche de entrega,
de pasión mezclada con ternura haciendo de nuestra vida íntima toda una bella
fantasía, tal cual cuento de hadas en donde dice al final… “y vivieron felices para siempre”…
Pero al paso del tiempo, con el ir y venir de la vida, esa pasión se va
enfriando entre los dos, el cansancio, el hogar, la vida misma con sus
altibajos en economía, en los hijos…
Pasa el tiempo y nos damos cuenta de que nuestras noches ya no son tan
cálidas, ya no hay caricias de
madrugada, ya no hay ese inicio del día despertando entre la
calidez de sus besos y el nudo de sus brazos a nuestro alrededor y aunque estás
llena de esas ansias de perderte en sus besos, de volver a sentirlo en ti, te
quedas ahí, callada, con el deseo reprimido sin decirle nada, con ese temor de
sentirte rechazada.
Te levantas y contemplas al espejo y te preguntas por qué ya no
despiertas en él ese deseo que al principio de la relación estaba latente todas
las noches, aun cuando sabes que el amor está vivo entre los dos, el ritmo de
la vida, en ese cansancio les fue dominando hasta el grado de estar dentro de
esas cuatro paredes en esa soledad de dos en compañía que no te es tan grata,
porque sabes, como toda mujer viva que necesitas de sus besos, de su entrega, del
calor de su piel y de esa sensación de saberte deseada.
Al contemplarte en el espejo, éste te devuelve la imagen de una mujer
ansiosa de sentirse amada, pero envuelta en esa bata y esa ropa interior que te
hace sentirte cómoda, tu cuerpo aromado tan sólo con ese jabón para limpiar tu
piel, sin ese aroma incitante que a los hombres les encanta y que hace
despertar el libido, pero muy lejos de despertar la pasión en tu hombre, no
sabes si está dormido, no sabes en qué está pensando.
En lugar de lamentarte, de inhibirte, puedes tomar la decisión de prepararte una noche romántica, de ponerte ese viejo negligé que dejaste tirado en el fondo del armario y de esas braguitas que a él le encantan, de dejar tu piel llena de esa fragancia que sabes le fascina.
En lugar de lamentarte, de inhibirte, puedes tomar la decisión de prepararte una noche romántica, de ponerte ese viejo negligé que dejaste tirado en el fondo del armario y de esas braguitas que a él le encantan, de dejar tu piel llena de esa fragancia que sabes le fascina.
¡Llénate de vida, de pasión! Camina por tu habitación
para que te vea plena de ansias, como al descuido déjale ver qué traes
puesto para que despierte y te dé esa pasión que necesitas, búscale tú misma,
acércate a él y dale esos besos que le hagan notar cuanto le deseas.
Somos mujeres y tenemos el arma en nuestras manos para despertar en nuestro hombre
ese caudal de pasiones que lleva dentro, no dejemos al descuido ese lecho en
donde tenemos lo que es de nosotras,
démosle un instante de fantasías, de ilusiones, de pasiones, para
que no vaya en busca de ésta en otros brazos, nos ama, le amamos, entonces sólo
falta esa pequeña muestra que les haga ver que somos la misma mujer de la cual
se enamoró, esa misma mujer que entre sus brazos es toda pasión y fantasía.
El amor es bello,
la entrega maravillosa
y esas noches de pasión
vividas entre sus brazos
son el vínculo perfecto
para tenerles siempre con nosotras despertando en ellos durante su día
esa ilusión de saber que en casa le espera una hermosa noche de amor y pasión.
la entrega maravillosa
y esas noches de pasión
vividas entre sus brazos
son el vínculo perfecto
para tenerles siempre con nosotras despertando en ellos durante su día
esa ilusión de saber que en casa le espera una hermosa noche de amor y pasión.
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