¡Practica la tolerancia!
Toleramos nuestros arranques, nuestros sentimientos,
nuestras reacciones, nuestras peculiaridades, nuestra humanidad.
Toleramos nuestros altibajos, nuestra resistencia al
cambio, nuestra naturaleza batalladora y a veces difícil. Toleramos nuestros
miedos, nuestros errores, nuestra tendencia natural a escondernos de los
problemas y del dolor.
Toleramos nuestra vacilación a acercarnos a la gente, a
mostrarnos, ser vulnerables.
Toleramos nuestra necesidad de sentirnos a veces
superiores, avergonzados y compartir ocasionalmente el amor como iguales.
Toleramos la forma como progresamos, unos cuantos pasos adelante y dos para
atrás.
Toleramos nuestro deseo instintivo de controlar y cómo
renuentemente aprendemos a practicar el desapego.
Toleramos la forma como decimos que queremos amor, y
luego a veces hacemos que se alejen los demás. Toleramos nuestra tendencia a
volvernos obsesivos, a olvidarnos de confiar en Dios y, ocasionalmente, a
quedarnos atorados.
Hay algunas cosas que no toleramos. No toleramos
conductas abusivas o destructivas en contra de los demás o de nosotros mismos.
Practiquemos una sana, amorosa tolerancia hacia nosotros
mismos, dijo un hombre. Cuando lo hagamos, aprenderemos a tolerar a los demás.
Luego, vayamos un paso más allá.
Aprendamos que toda la humanidad que estamos tolerando es
lo que nos hace bellos a nosotros y a los demás.
"Hoy seré tolerante conmigo mismo. A partir de ello,
aprenderé a ser adecuadamente tolerante con los demás".
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