A veces, el día gris nos da
miedo. Esos son los días en que regresan los viejos sentimientos. Podemos
sentirnos necesitados, asustados, avergonzados, incapaces de cuidar de nosotros
mismos.
Cuando esto sucede, es
difícil confiar en nosotros mismos, en los demás, en la bondad de la vida y en
las buenas intenciones de nuestro Poder Superior. Los problemas nos parecen
agobiantes. El pasado parece carecer de sentido; el futuro, desierto. Nos sentimos
seguros de que las cosas que queremos en la vida nunca sucederán.
En esos momentos, quizá nos
convenzamos de que las cosas y las personas de fuera tienen la llave de nuestra
felicidad. Ahí es cuando quizá tratemos de controlar a la gente y a las situaciones
para enmascarar nuestro dolor. Cuando te vengan estas “loqueras
codependientes”, los otros a menudo empiecen a reaccionar negativamente a
nuestro afán de controlar.
Cuando estemos en un estado
frenético, buscando la felicidad fuera de nosotros mismos y buscando que los
demás nos den paz y estabilidad, recordemos esto:
Aunque pudiéramos controlar
a las personas y a las cosas, aunque obtuviéramos lo que queríamos, seguiríamos
siendo nosotros mismos. Nuestro estado emocional seguiría siendo un torbellino.
La gente y las cosas no nos
quitan el dolor ni nos curan. En la recuperación aprendemos que ésa es labor
nuestra y que podemos llevarla a cabo usando nuestros recursos, nosotros
mismos, nuestro Poder Superior, nuestros sistemas de apoyo y nuestro programa
de recuperación.
Con frecuencia cuando ya
estamos en paz, confiados, y hemos aceptado las cosas, nos vienen lo que
queríamos, con naturalidad y soltura. El sol empieza a brillar de nuevo. ¿No es
divertido, y no es verdad, cómo en realidad todo cambio comienza con nosotros?
"Hoy puedo dejar ir las
cosas, las personas y mi necesidad de control. Puedo manejar mis sentimientos.
Puedo llegar a sentirme en paz. Puedo alcanzar la calma. Puedo volver al camino
y encontrar la verdadera llave de la felicidad: yo mismo. Recordaré que un día
gris es simplemente eso, un día gris".
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