¿Eres un perfeccionista
empedernido? ¿Tienes que hacer todo tu mismo porque nadie lo hace como tú?
Valoras a las personas a tu alrededor inclusive a ti mismo por lo que han
conseguido en la vida? ¿Tuviste padres demasiado exigente o rígidos? Necesitas
aprender a manejar la frustración, a bajar tu nivel de exigencia, a trabajar en
equipo y a confiar en los demás. ¡Tómalo suave, nada es tan importante como
para hacerte perder la calma!
El perfeccionismo se ve
reflejado de diferentes maneras en nuestra vida cotidiana, por ejemplo: el que
orientamos hacia nosotros mismos, cuando nos planteamos metas y propósitos
imposibles de alcanzar, cuando nos exigimos mucho más de lo que en realidad
podemos hacer, dar o lograr. Pero también, cuando lo dirigimos hacia otros, esperando
que respondan a las exigencias que les hacemos de la misma manera como con
nosotros, ignorando nuestras diferencias y muchas veces, sin querer,
forzándolos a ser quienes no son. Y por último, cuando pensamos que los demás
nos observan constantemente, esperando lo máximo de nosotros, entonces,
comenzamos a exigirnos a riesgo de perder la calma, el bienestar y hasta
nuestra identidad en aras de obtener su aprobación.
Cuando nos dejamos llevar
por el perfeccionismo, nos volvemos obsesivos, competitivos y hasta tiranos;
nos llenamos de frustración, impaciencia, inflexibilidad e intolerancia… y todo
esto, nos lleva a disfrutar menos la vida, a fracasar, a paralizarnos, a
quedarnos solos y a perder la perspectiva de lo positivo en la vida.
Detrás de una persona
perfeccionista, muchas veces se esconde una persona insegura, que quisiera
tener todo bajo control; una persona rígida, que defiende como sea su punto de
vista, sus ideas y consideraciones; una persona irritable, que tiende a
reaccionar defensivamente y que se altera con facilidad ante cualquier
comentario o sugerencia; una persona con problemas para relacionarse con los
demás, porque pareciera que nadie puede satisfacer sus expectativas y
exigencias, que nadie le comprende o tiene la altura o la capacidad de
mostrarse tan exitoso.
Además, siempre espera mas de que pudiera recibir,
haciendo que los demás rechacen sus comentarios y actitudes la mayor parte del
tiempo.
La súper mujer o el súper
hombre, no existen, algunas personas fueron enseñadas a vivir en función de
otros, sintiéndose responsables por su bienestar, hasta el punto de querer
cargar con sus responsabilidades, sin darse cuenta de que hacerlo no es
posible.
“No
hay que pedirle peras al olmo” como dice un refrán popular, aceptar la realidad
como se presenta sin querer cambiarla a la fuerza… puede ayudarnos a romper
este círculo negativo en el que hemos estado atrapados.
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