Amar a Dios primero significa hacerle
tu primera prioridad y el marco de orden en tu vida. Piensas en Él en la mañana
cuando te despiertas, oras durante el día y hablas con Él en la noche. Cuando
Dios ocupa el primer lugar en tu vida, todas las piezas restantes de tu vida
encajan alrededor de Él en un orden perfecto. Cada decisión que tomas u horario
que programas lo haces de manera natural en este orden. Dios quiere un tipo
especial de amor que englobe tu corazón -lo que te motiva y te mueve-, y quiere
que sea el gozo.
Aprender
a amar a Dios es un proceso de dejar de amarte a ti mismo y a las cosas que te
rodean y enamorarte más de Él. Comienzas con el deseo de amar de esa manera, y
tu amor crece según maduras. A medida que creces en el amor de Dios,
experimentas amor por otras personas que nunca hubieras esperado. Manifiesta el
amor de Dios por tus hijos. Diles que oras, y que te oigan dar gracias a Dios
por sus bendiciones y su amor. Incorpora la fe cuando hablas de tu día o sobre
cosas que ocurren en las vidas de tus hijos. Cuéntales historias de cómo Dios
ha mostrado su amor por ti y lo mucho que has llegado a amarle más a través de
tus experiencias con Él. Deja que amar a Dios sea tan natural en tu familia que
llegue a ser como respirar; que sea tu vida, tu gozo y tu paz.