“Si me quieres ya sabes cómo debes comportarte.. Si me
quisieras no me habrías hecho... Me has hecho tanto daño... Me haces tan feliz
cuando haces así las cosas... Espero tanto de ti”. ¿Acaso alguien pretende
responsabilizar a otro de sus propios sentimientos? Nadie es responsable de los
sentimientos de otra persona. Cada uno es, tan sólo, responsable de los suyos
propios. Y en caso de que alguien experimente frustración o desengaño en la
relación con otro, es porque le ha entregado un poder tal, que dicha relación
más se parece a dependencia e inmadurez emocional que a un espacio de calidad y
sana convivencia.
Si para lograr ser felices, necesitamos vivir con alguien
al que encadenamos a una determinada conducta, estaremos transfiriendo el
control de nuestra propia paz a manos ajenas. Cada cual tiene el derecho y el
deber de gestionarse su propia felicidad. Algo que nada tiene que ver con el
aislamiento ni con ningún tipo de barrera. Para lograr dicho objetivo, conviene
basarse en el propio trabajo interno y no en la evaluación de maneras de ser
ajenas. Y si alguien cree que va a ser feliz en el momento en el que la otra
persona haga o deje de hacer determinadas cosas, lo único que desgraciadamente
hará, será manipular de forma soterrada y ansiosa.
Conviene evitar pedir a nuestra pareja un rasgo de amor que, en ese momento, no brote
gratuito desde su alma. En los asuntos del corazón no es recomendable pedir
migajas y menos todavía cuando pretendemos que dicha manifestación sea
perpetua. No pida usted un beso, ni pida que le quieran. En todo caso, dé usted
ese beso y ofrezca cálidamente un gran abrazo con alma. No pida que le admiren
o manipule para que le prefieran. No pida el corazón porque dicha entrega es
una acción pura y espontánea. Un acto que, si de pronto, se ve forzado por
nuestras propias exigencias, no será más que “pan para hoy y hambre para
mañana”. Conviene reorientar nuestra necesidad de tapar las carencias,
comenzando por ofrecer todo aquello que uno para sí mismo desea.
Cuando una persona, en sus primeros años de vida, ha sido
“querida” y protegida bajo un patrón de manipulación y dependencia, lo más
probable es que proyecte la misma película que anteriormente viviera. La
manipulación funciona, a menudo, de forma inconsciente y resulta difícil darse
cuenta de toda su gama de soterradas gentilezas. Son momentos en los que el
manipulador despliega un abanico de resortes sutiles, pretendiendo adecuar el
mundo a sus propias necesidades y carencias. Superar este enganche y
relacionarse desde la libertad y la independencia, precisa observar las raíces
de la propia manipulación y las formas subterráneas de pretender las cosas.
Obsérvese qué es lo que hay tras las propias palabras y qué pretende uno
realmente cuando habla. Pregúntese por qué se ha convertido la relación de amor
en un estado de control y de riesgos ante la posible “pérdida”.
Amar con amplitud es reconocer y respetar lo que pasa en
lo más profundo de la mente propia y ajena. Atención a las “expectativas”
acerca del ser amado. Conviene fluir en el presente y respetar la compleja
realidad de las otras personas. Evitemos rodearlas de moldes ideales por los
que, más pronto o más tarde, sentiremos que algo “nos defrauda”. Soltar y
abrazar, dos fuerzas que, aunque parecen contrarias, conviene aprender a
hacerlas compatibles e integradas. Si queremos amar con amplitud, convendrá
graduarse en aceptación y flexibilidad, abrazando en el mismokit lo que hay más
allá de las memorias idealizadas. Recuerde que con el llamado “amor” no basta.
Conviene aprender a formular serenamente nuestros deseos y objeciones, creando
pactos y abriendo mutua consciencia.
No tratemos de decirle a nuestra pareja, no hagas esto o
aquello, me gustaría que hiciera esto, No déjala ser lo que ella quiere ser,
sin tener que estarle diciendo ponte este vestido o no te lo pongas, no te
arregles el cabello, no uses tacones, no te sueltes el cabello, No, porque
tarde o temprano va a notar la manipulación a la que la tienes sometida, si
ella no lo ha notado, vendrá alguien y lo hará notar. O quizá lo haga por no
dañar la relación.
Dale libertad, que no se sienta sometida a lo que tu
pides, tarde o temprano eso daña la relación.
Las
realidades más grandes y más bellas,
tanto más las tendrás cuanto menos las poseas y retengas.
Si
quieres tener el mar, ¡contémplalo!,
y abre tus manos en sus aguas y todo el mar estará en ellas.
Porque si cierras tus manos para retenerlo,
se quedarán vacías.
Si
quieres tener un amigo peregrino,
déjalo marchar y lo tendrás...
porque si lo retienes para poseerlo, lo estarás perdiendo,
y tendrás un prisionero.
Si
quieres tener el viento,
extiende tus brazos y abre tus manos y todo el viento será tuyo...
porque si quieres retenerlo te quedarás sin nada.
Si
quieres tener a tu hijo,
déjalo crecer, déjalo partir, y que se aleje,
y lo tendrás maduro a su regreso...
porque si lo retienes contra su voluntad,
lo pierdes para siempre.
Si
quieres tener el sol y gozar de su luz maravillosa,
abre los ojos y contempla...
porque si los cierras para retener la luz que ya alcanzaste,
te quedarás a oscuras.
Si
quieres vivir el gozo de tener,
libérate de la manía de poseer y retener.
Goza de
la mariposa que revolotea,
goza del río que corre huidizo,
goza de la flor que se abre cara al cielo.
Goza teniendo todo,
sin poseerlo, sin retenerlo.
¡Sólo
así gozarás de la vida, sabiendo que la tienes sin poseerla,
dejándola correr sin retenerla!
(Tomado
de: http://elixiresparaelalma.com.ar/)
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