La vida no tiene por qué ser dura.
Sí, hay veces que necesitemos soportar, batallar y
confiar en nuestras habilidades para la supervivencia. Pero no tenemos por qué
hacer la vida, el crecimiento, la recuperación, el cambio o nuestros asuntos
cotidianos tan duros todo el tiempo.
Hacer que la vida sea tan dura es un remanente de nuestro
martirio, un sobrante de las viejas maneras de pensar, de sentir y de creer.
Somos valiosos, aunque la vida ya no sea tan dura.
Nuestro valor y nuestra valía no se determinan por lo duro que batallemos.
Si la estamos haciendo tan dura, podemos estar haciéndola
más dura de lo que necesita ser, dijo una mujer.
Aprende a dejar que las cosas ocurran fácil y
naturalmente. Aprende a dejar que los eventos, y tu participación en ellos,
caigan en su sitio. Puede ser fácil ahora. Más fácil de lo que ha sido. Podemos
ir con la marea, quitarnos el mundo de los hombros y dejar que nuestro Poder
Superior nos facilite el camino hacia donde necesitemos estar.
"Hoy dejaré de batallar tan duro. Dejaré mi creencia
de que la vida y la
recuperación tienen que ser duras. La remplazaré con la
creencia de
que puedo andar este viaje tranquilo y en paz. Y a veces,
de hecho,
puede ser divertida".